6 de diciembre de 2011
Tôno y Rikuzentakata - Día 2
30 de noviembre de 2011
Tôno y Rikuzentakata - Día 1
El día empezó a las 11 de la mañana en el edificio de la Nippon Foundation. Otra vez casi las mismas diapositivas y el mismo discurso obligatorio al que tienes que asistir; por suerte con traducción al inglés. A las 13h ya estábamos montados en el autocar que nos llevaría a Iwate, esta vez sin tifón de por medio.
En total 28 voluntarios, el 98% aún estudiantes universitarios, y el coordinador que nos acompañó, un chico de tan solo 27 años que ésta era su doceava vez que iba a Tôhoku. Aún nos esperaban unas ocho horas de viaje en autocar, con paradas cada dos o tres horas para estirar las piernas, comer algo o fumarse un cigarrillo (esto último sólo yo xD). Así que había que tomárselo con calma: el móvil cargado hasta el tope, el iPod y un libro para ir matando el tiempo, con alguna cabezadita que otra entremedio.
Llegamos a nuestro destino sobre las 21:30h. El sitio donde nos alojaríamos era una casa prefabricada construida en Tôno especialmente para albergar a todos los voluntarios que venían de cualquier parte de Japón. Pertenece a una organización, llamada Tôno Magokoro Net (遠野まごころネット) fundada justo después del día del terremoto para ofrecer ayuda a todos los pueblos vecinos de Tôno que habían sido afectados por el tsunami.
Aunque no tenía duchas, estaba totalmente equipada: una cocina inmensa, lavabos (separados entre hombres y mujeres) y dos grandes habitaciones en las que dormiríamos; por supuesto, la más grande nos tocó a las chicas (básicamente porque éramos más :P).
Escogiendo sitio para estirar el saco de dormir
A dejar todas nuestras cosas, encender esa especie de brasero para calentar la habitación y no morir de frío durante la noche, y una pequeña charla: nos levantaríamos a las seis de la mañana, desayunar todos juntos con una buena sopa de miso de acompañamiento que preparaba el "dueño", vestirnos con la ropa de trabajo, llevar todo lo necesario para el día de trabajo y a las siete estar listos para subir al autocar que nos llevaría al centro de reunión de Tôno Magokoro Net y ahí nos asignarían un destino: Rikuzentakata, donde luego me enteraría que está a sólo 10 quilómetros de Kesennuma.
21 de noviembre de 2011
I am here
Coges el bolso lleno de cosas importantes y a la vez tan fútiles. Te echas al hombro la mochila llena de cientos de palabras que a la larga vas olvidando. Una vuelta de llave a la cerradura para sentirte más seguro, aunque si un día te la dejas abierta lo más probable es que todo siga en su sitio cuando vuelvas. Es lo que tiene vivir en uno de los países con menos delincuencia del mundo.
Y empiezas de nuevo la rutina. Hombres trajeados caminando delante tuyo, con sus maletines moviéndose al mismo ritmo con cada paso que dan. Mochilas con niños dirigiéndose al colegio; jubilados con chalecos reflectantes impidiendo a los niños que crucen en rojo. Más hombres y mujeres trajeados con sus maletines como ramificación de sus brazos.
Subes por las escaleras mecánicas, pasas la tarjeta ultra moderna y multiusos por los tornos de la estación: ya no hay vuelta atrás. Intentas seguir tu propio camino pero te ves arrastrado por decenas de personas; tienes que hacer lo que hace todo el mundo, ¿o no funciona así la sociedad? Siempre dices que te "montas" en el tren, pero lo correcto sería decir que te "aplastan"
en el tren. Intentas asegurarte un mínimo espacio vital, pero siempre fallas y acabas robándole un cachito a cada persona que tienes a tu alrededor, pero no te olvides que ellos también te roban un poco del tuyo. Sales del tren arrastrado por una masa ingente de maniquíes silenciosos. Derecha, izquierda, derecha, izquierda; todos caminando al mismo compás, con las mismas caras inexpresivas, cual borregos dirigiéndose a que los esquilen una vez más.
Cuatro paredes blancas, con suerte a veces con alguna ventana, te esperan para hablarte de algo nuevo mientras cada día más, poco a poco, les vas haciendo menos caso. Ya no brillan como antes.
Cientos, miles de letras revoloteando en tu cabeza que no acaban de encontrar su sitio; ya hay demasiadas cosas como para hacer un hueco más aunque sigues intentándolo, o al menos lo finges.
Una pizarra escrita con tiza, las escaleras que reconoces incluso antes de verlas, esas zapatillas negras rotas que han sufrido lo incontable. La manecilla del reloj parece decidida a hacerte la puñeta y detiene el tiempo a su gusto. La eternidad se cierne sobre ti y, si no fuera imposible, estás convencido que algún duende maligno ha decidido alargar el día otras doce horas más sólo para fastidiarte. Empaquetas todo el día en una pequeña bolsa y lo montas contigo en el tren, cuidando que ninguno de los mismos maniquíes de antes te la estropeen.
Das las gracias por llegar a tu refugio, aquéllo a lo que llaman casa, y poder descansar. Desempaquetas otra vez tu día y lo guardas en su sitio, listo para volver a utilizarlo. Listo para volver a la rutina, listo para perderte entre los maniquíes, listo para repetir una y otra vez las mismas palabras, listo para volverte invisible entre millones de personas, listo para volverte invisible incluso para una sola persona.
17 de noviembre de 2011
Karakuwa - Día 5
Nos levantamos sobre las siete de la mañana, como cada día, y la mayoría desayunamos un buen tazón cup noodles para coger con fuerzas. Aún no lo sabía, ni me lo imaginaba, pero este día iba a ser bastante duro, tanto físicamente como emocionalmente.
Siendo el último día de trabajo, nos repartieron en dos grupos. Uno iba a ir a una zona del puerto a ayudar a los pescadores a recopilar materiales de pesca y cosas por el estilo; incluso saldrían al mar a navegar un rato. Yo soy más bien un "gusano" de tierra, así que preferí quedarme rodeada de arbolitos y no de peces.
Decidido el grupo en el que quería estar, nos subimos al mini autocar con todos los bártulos y de curva en curva hasta nuestro destino, una pequeña zona al lado de la carretera y colindando con el océano. Una pila enorme de piedrecitas nos esperaba.
Nuestro trabajo, que ya habían hecho algunos de este grupo el primer o segundo día, se trataba de rellenar sacos con todas estas piedrecitas, atarlos y dejarlos aparte para que luego el camión pudiera transportarlos hasta su destino, donde serían utilizados como una especie de diques de contención para el agua. Al principio parecía un trabajo normalito, pero al cabo de cinco o seis sacos la cosa ya empezaba a ser cada vez más agotadora: rellenar a palazos los sacos, atarlos de una forma determinada para que aguantaran y no se saliera el contenido, llevarlos a otra parte y apilarlos. Puede que por las fotos y por mi explicación no lo parezca, pero era bastante cansado: coger palazos de piedra cada dos por tres que te dejaban al final los brazos y la espalda hechos polvo; atar los sacos con una cuerda gruesa que al final, de tanto estirarla y ponértela alrededor de las manos para ejercer más fuerza a la hora de atarla, me quedé con las manos para la basura; transportar los sacos ya atados hasta otra zona para apilarlos, y estoy hablando que cada uno pesaba unos 40 kilos.
Llegadas las 12 del mediodía y ya casi para el arrastre, tocaba descanso para comer. Nos montamos en el mini autocar de vuelta a la que habíamos hecho ya nuestra casa, y a reponer fuerzas porque después volvíamos al mismo lugar a rellenar todos los sacos que pudiéramos. Aunque mi grupo (gaijins pawa) nos escabullimos un momentito (con permiso del coordinador, obviamente) para ir al supermercado a comprar los ingredientes que nos harían falta para preparar el desayuno del día siguiente, al que nos ofrecimos voluntarios (en secreto) ya que el día que nos tocaba hacer la cena los vecinos decidieron hacer una barbacoa para todos.
Bueno, volviendo al tema: acabamos la tarde rellenando todos los sacos que pudimos (en total contaría entre 120 y 150 sacos...). Lo sorprendente es que este trabajo lo hacían cada día algunos vecinos del pueblo donde la media de edad rondaría sobre los 70 años. Señores de 70 años o más haciendo un trabajo del que nosotros, todos veinteañeros, acabamos para el arrastre al acabar el día.
16 de octubre de 2011
Karakuwa - Día 4
11 de octubre de 2011
Karakuwa - Día 3
En el tercer día de trabajo, la primera parte de la mañana seguimos con la limpieza de la misma parcela del día anterior. Esta vez el trabajo era un poco más "costoso", por decirlo de alguna manera, ya que, habiendo quitado todos los escombros más grandes, tocaba separar los restos más pequeños.
Cientos de trocitos de cristales, sobre todo, repartidos por todas partes; bajo las piedras, entre el barro ya casi compacto, entre la maleza... También pequeños restos de madera y hasta había aún algunas pertenencias de la familia que había vivido ahí: un par de casettes de música, un móvil, un reproductor de vídeo o DVD (no se distinguía bien), un juego de Mah-Jong completo metido en su maletín, un móvil, un botecito de maquillaje...
Al ser un pueblo ubicado en la costa pero con colinas alrededor, el agua de estas pequeñas montañas tenía que llegar al océano por algún lado, así que construyeron canales por los que el agua pudiera seguir su curso hasta el océano y no inundarse el pueblo cuando hubieran lluvias fuertes. Pero tras el día del terremoto muchos de estos canales quedaron colapsados con escombros y luego, con el paso del tiempo, también comenzaron a crecer plantas que dificultaban el paso del agua, haciendo que este agua buscara otros medios por donde seguir y se inundaran las parcelas contiguas.
10 de octubre de 2011
Karakuwa - Día 2
1 de octubre de 2011
Karakuwa - Día 1
18 de septiembre de 2011
Granito de arena
Septiembre, un mes en el que recordar muchas cosas; algunas buenas y otras que desgraciadamente desearíamos que no hubieran ocurrido nunca.
El día 11 de septiembre se cumplieron exactamente diez años desde los terribles atentados que ocurrieron en Estados Unidos. Creo que nunca podré olvidar ese día, cuando estaba viendo al mediodía (hora española) tranquilamente la televisión e interrumpieron la serie Los Simpson para dar una noticia de última hora. Más de seis horas duró ese telediario.
Ese mismo día, el 11 de septiembre de este 2011, se cumplieron seis meses del terremoto y posterior tsunami que devastó la costa noreste de Japón. Miles de muertos y aún varios miles de desaparecidos tras seis meses de búsquedas sin descanso por parte de policía, "ejército", bomberos... Se ha hecho mucho durante este tiempo en las zonas más devastadas, pero por desgracia todavía queda muchísimo más por hacer. Y aquí es donde entra también el papel de los voluntarios: gente que llega de otras partes de Japón, japoneses y extranjeros, incluso personas que vienen desde otros países expresamente para ayudar en lo que puedan.
Puede parecer que una sola persona no marca ninguna diferencia, pero no es así. Persona a persona, granito a granito, se han ido limpiando y reconstruyendo muchas zonas que tras el tsunami estaban completamente destrozadas.
Y yo también quiero aportar mi granito de arena: el miércoles que viene, día 21 de septiembre, me voy como voluntaria durante una semana a la ciudad de Kesennuma, en la prefectura de Miyagi. No sé qué me voy a encontrar allí o cómo estará todo, pero voy a esforzarme en todo lo que pueda.
頑張ろう日本!頑張ろう東北!
¡Ánimo, Japón! ¡Ánimo, Tôhoku!
25 de agosto de 2011
Cambios
Otra vez que ha pasado bastante tiempo desde la última entrada que escribí, pero la "inspiración" y las ganas de escribir se han cogido unas pequeñas vacaciones y aún no sé cuándo volverán. Por el momento, un pequeñito post que dejo aquí, que mañana hay examen y tengo que estudiar.
Como dice el título de la entrada, han habido algunos cambios últimamente. Para empezar, he conseguido un pequeño trabajito (arubaito); no es nada del otro mundo pero no me voy a quejar en absoluto. Y gracias a este trabajo, con la idea de poder "sobrevivir" (que no "vivir") un poco mejor que hasta ahora, he decidido quedarme más tiempo en Japón; aún no sé exactamente cuánto, pero eso ya se irá viendo.
Algunas cositas más que han pasado, otras que pasarán (ya lo contaré más adelante) y una que desearía que pasase. El mundo va cambiando a cada segundo aunque a veces no nos demos ni cuenta.
Y dicho esto, a estudiar toca.
15 de julio de 2011
Field trip!
En mi academia hacemos una "excursión" cada trimestre. En primero tocó la NHK, en segundo a ver Hakone todo nevadito, en tercero fuimos a Kappabashi a ver un poco cómo se hacen los platos falsos que se exponen en los restaurantes y este trimestre ha tocado ir a ver una obra de Kabuki. Inciso: para quien quiera saber qué es el Kabuki, su historia y tal... Lo siento, pero no soy una enciclopedia; para eso ya tenemos al pozo de la sabiduría (con cariño lo digo, ¿eh?)
El vestíbulo del teatro
El escenario con el telón aún echado
Ginpei y sus aliados (anda que no echaban humo esas antorchas;menos mal que había un extractor de humos, que sino se hubieran puesto en marcha los "aspersores" que teníamos justo encima de nuestras cabezas xD)
Suke no Tsubone (la mujer de Ginpei) y el pequeño emperador Antoku (que aún no tengo claro si el actor de verdad era un niño o una niña...)
Ginpei a punto de lanzarse al mar
La experiencia ha sido bonita, ver una obra de Kabuki tal y como se realizan desde hace casi 400 años, aunque si no entiendes muy bien el japonés te vas a enterar de poco (según me han dicho, ni los propios japoneses a veces entienden la obra...). Han sido casi dos horas seguidas sin entender absolutamente nada, bastante gente se ha quedado dormida (guiris y no guiris) y al final en lo único que pensaba es en cuánto quedaba para que Ginpei se suicidase de una puta vez... Pero, sin contar con mi absoluta ignorancia en el tema de las artes (lo siento, soy de ciencias), ha sido otra experiencia nueva e interesante que añadir a la pequeña lista que llevo.