6 de diciembre de 2011

Tôno y Rikuzentakata - Día 2

Como estaba programado, ese día nos levantamos a las seis de la mañana y nos quitamos un poco la escarcha, que durante la noche el brasero se apagaba (por eso de no morir a causa del monóxido de carbono y tal). Desde las cinco de la mañana el "dueño" (no era el dueño de la casa pero sí el encargado de ella, así que lo calificaré de este modo) se encarga de preparar una buena sopa de miso casera a todos los voluntarios que se alojan ahí.


Ya bien desayunados y con todo lo necesario, tocaba subirse al autocar e ir al centro de Tôno Magokoro Net a que nos confirmaran que nuestro grupo iba a ir a Rikuzentakata, un pueblo costero situado en el punto más al sur de la prefectura de Iwate que fue seriamente dañado (por no decir casi arrasado) por el tsunami. No éramos el único grupo allí; en total ese día nos congregamos unos 140 voluntarios.


Después de repartir a cada grupo a su destino, nos montamos otra vez en el autocar listos para poco más de una hora de viaje. Poco antes de llegar todos los autocares hicieron una parada en una especie de área de servicio.



Al llegar, otro coordinador nos explicó dónde y qué íbamos a hacer ese día y otra pequeña charla (que siempre dan a todos los voluntarios en cualquier parte de Tôhoku que te encuentres): en caso de terremoto, más o menos fuerte, y de posible alerta de tsunami hay que ir corriendo al punto más alto, sin importar ninguno de tus compañeros (en eso hicieron hincapié); simple y llanamente: correr por tu vida.


Ubicados en nuestros puestos, éste iba a ser el trabajo que haríamos ese día:



Limpiar este pequeño canal de agua lleno de barro, piedras y escombros para que el agua pudiera seguir su flujo y que el área de alrededor no se inundara cada vez que lloviera, aunque habían algunas zonas que parecían verdaderos pantanos (un par de veces casi me quedo sin botas porque se me quedaron atrapadas con el lodo :P).


Mientras unos limpiábamos el canal a base de palazos (voy a acabar sacando unos bíceps...), otros se dedicaban a recoger y separar los restos que habían desperdigados por todo el área para luego ser llevados a los vertederos temporales.



Dadas las doce del mediodía, tocaba paradita para comer. Onigiris, ramen o noodles era lo que abundaba; fáciles de peparar y que te dan energía.



En la segunda parte de la mañana seguimos con la labor de despejar el canal para que el agua fluyera libremente. Aún quedaba bastante que limpiar, pero éste fue el resultado al acabar el día:



Sobre las dos y media del mediodía se acabó el día de trabajo. Todavía quedaba hora y pico de viaje de vuelta y no faltaba mucho para que empezara a oscurecer. Unos a intentar dormir durante lo poco que duraba el viaje o a ver el paisaje pasar por la ventana. Y he de decir que era realmente bonito: prados y bosques completamente verdes, ríos, pequeñas cascadas de agua.



Ya en la casa, a coger las cosas del baño, ropa limpia y a unos sentô (銭湯 : baños públicos) a asearnos como es debido. Ya había ido a un onsen (温泉 : tipo "spa" por decirlo de alguna forma) pero nunca a unos baños públicos. No me hacía mucha gracia la idea de tener que quedarme en bolas y ducharme en frente de mis compañeras que había conocido apenas hacía un día, pero a los dos minutos de estar bajo el agua calentita (en la calle habrían 4ºC como mucho) me olvidé de todo.


Bien limpitos y revitalizados, otra vez al autocar y al supermercado a comprar los ingredientes para la cena que prepararíamos entre todos. Una buena sopita con carne y col, arroz y más cosas que ahora no me acuerdo.






Para finalizar el día, unos cuantos ejercicios de estiramiento y masajes (aunque eran más bien torturas xD) y la reunión de cada día para comentar un poco todo.


Y con esto, ya estábamos más que listos para ir a descansar y a coger con fuerzas el día siguiente.

30 de noviembre de 2011

Tôno y Rikuzentakata - Día 1

Esta vez me tocó ir a Tôno (遠野), en la prefectura de Iwate (岩手県). Algunos compañeros con los que fui la anterior vez a Kesennuma también estaban, para algunos es incluso la quinta o sexta vez que van de voluntarios, pero esta vez a ellos les volvieron a enviar a Kesennuma y a mí, quizá al ser extranjera y no dominar bien el idioma, me pusieron en el grupo de Iwate donde iban más extranjeros.

El día empezó a las 11 de la mañana en el edificio de la Nippon Foundation. Otra vez casi las mismas diapositivas y el mismo discurso obligatorio al que tienes que asistir; por suerte con traducción al inglés. A las 13h ya estábamos montados en el autocar que nos llevaría a Iwate, esta vez sin tifón de por medio.

En total 28 voluntarios, el 98% aún estudiantes universitarios, y el coordinador que nos acompañó, un chico de tan solo 27 años que ésta era su doceava vez que iba a Tôhoku. Aún nos esperaban unas ocho horas de viaje en autocar, con paradas cada dos o tres horas para estirar las piernas, comer algo o fumarse un cigarrillo (esto último sólo yo xD). Así que había que tomárselo con calma: el móvil cargado hasta el tope, el iPod y un libro para ir matando el tiempo, con alguna cabezadita que otra entremedio.

Llegamos a nuestro destino sobre las 21:30h. El sitio donde nos alojaríamos era una casa prefabricada construida en Tôno especialmente para albergar a todos los voluntarios que venían de cualquier parte de Japón. Pertenece a una organización, llamada Tôno Magokoro Net (遠野まごころネット) fundada justo después del día del terremoto para ofrecer ayuda a todos los pueblos vecinos de Tôno que habían sido afectados por el tsunami.

Aunque no tenía duchas, estaba totalmente equipada: una cocina inmensa, lavabos (separados entre hombres y mujeres) y dos grandes habitaciones en las que dormiríamos; por supuesto, la más grande nos tocó a las chicas (básicamente porque éramos más :P).



Escogiendo sitio para estirar el saco de dormir


A dejar todas nuestras cosas, encender esa especie de brasero para calentar la habitación y no morir de frío durante la noche, y una pequeña charla: nos levantaríamos a las seis de la mañana, desayunar todos juntos con una buena sopa de miso de acompañamiento que preparaba el "dueño", vestirnos con la ropa de trabajo, llevar todo lo necesario para el día de trabajo y a las siete estar listos para subir al autocar que nos llevaría al centro de reunión de Tôno Magokoro Net y ahí nos asignarían un destino: Rikuzentakata, donde luego me enteraría que está a sólo 10 quilómetros de Kesennuma.

21 de noviembre de 2011

I am here

Los primeros rayos de sol que entran por una ventana sin persianas. Abres los ojos una vez más para empezar otro día que poco tiene que envidiar al anterior. Una ducha para intentar quitarte la capa de prejuicios con los que te fuiste a dormir. Ropa distinta al día anterior por eso de sentir que puede ser un día diferente.

Coges el bolso lleno de cosas importantes y a la vez tan fútiles. Te echas al hombro la mochila llena de cientos de palabras que a la larga vas olvidando. Una vuelta de llave a la cerradura para sentirte más seguro, aunque si un día te la dejas abierta lo más probable es que todo siga en su sitio cuando vuelvas. Es lo que tiene vivir en uno de los países con menos delincuencia del mundo.

Y empiezas de nuevo la rutina. Hombres trajeados caminando delante tuyo, con sus maletines moviéndose al mismo ritmo con cada paso que dan. Mochilas con niños dirigiéndose al colegio; jubilados con chalecos reflectantes impidiendo a los niños que crucen en rojo. Más hombres y mujeres trajeados con sus maletines como ramificación de sus brazos.

Subes por las escaleras mecánicas, pasas la tarjeta ultra moderna y multiusos por los tornos de la estación: ya no hay vuelta atrás. Intentas seguir tu propio camino pero te ves arrastrado por decenas de personas; tienes que hacer lo que hace todo el mundo, ¿o no funciona así la sociedad? Siempre dices que te "montas" en el tren, pero lo correcto sería decir que te "aplastan"
en el tren. Intentas asegurarte un mínimo espacio vital, pero siempre fallas y acabas robándole un cachito a cada persona que tienes a tu alrededor, pero no te olvides que ellos también te roban un poco del tuyo. Sales del tren arrastrado por una masa ingente de maniquíes silenciosos. Derecha, izquierda, derecha, izquierda; todos caminando al mismo compás, con las mismas caras inexpresivas, cual borregos dirigiéndose a que los esquilen una vez más.

Cuatro paredes blancas, con suerte a veces con alguna ventana, te esperan para hablarte de algo nuevo mientras cada día más, poco a poco, les vas haciendo menos caso. Ya no brillan como antes.
Cientos, miles de letras revoloteando en tu cabeza que no acaban de encontrar su sitio; ya hay demasiadas cosas como para hacer un hueco más aunque sigues intentándolo, o al menos lo finges.

Una pizarra escrita con tiza, las escaleras que reconoces incluso antes de verlas, esas zapatillas negras rotas que han sufrido lo incontable. La manecilla del reloj parece decidida a hacerte la puñeta y detiene el tiempo a su gusto. La eternidad se cierne sobre ti y, si no fuera imposible, estás convencido que algún duende maligno ha decidido alargar el día otras doce horas más sólo para fastidiarte. Empaquetas todo el día en una pequeña bolsa y lo montas contigo en el tren, cuidando que ninguno de los mismos maniquíes de antes te la estropeen.

Das las gracias por llegar a tu refugio, aquéllo a lo que llaman casa, y poder descansar. Desempaquetas otra vez tu día y lo guardas en su sitio, listo para volver a utilizarlo. Listo para volver a la rutina, listo para perderte entre los maniquíes, listo para repetir una y otra vez las mismas palabras, listo para volverte invisible entre millones de personas, listo para volverte invisible incluso para una sola persona.

17 de noviembre de 2011

Karakuwa - Día 5

(Siento tanta tardanza en las entradas :S)

Nos levantamos sobre las siete de la mañana, como cada día, y la mayoría desayunamos un buen tazón cup noodles para coger con fuerzas. Aún no lo sabía, ni me lo imaginaba, pero este día iba a ser bastante duro, tanto físicamente como emocionalmente.

Siendo el último día de trabajo, nos repartieron en dos grupos. Uno iba a ir a una zona del puerto a ayudar a los pescadores a recopilar materiales de pesca y cosas por el estilo; incluso saldrían al mar a navegar un rato. Yo soy más bien un "gusano" de tierra, así que preferí quedarme rodeada de arbolitos y no de peces.

Decidido el grupo en el que quería estar, nos subimos al mini autocar con todos los bártulos y de curva en curva hasta nuestro destino, una pequeña zona al lado de la carretera y colindando con el océano. Una pila enorme de piedrecitas nos esperaba.



Nuestro trabajo, que ya habían hecho algunos de este grupo el primer o segundo día, se trataba de rellenar sacos con todas estas piedrecitas, atarlos y dejarlos aparte para que luego el camión pudiera transportarlos hasta su destino, donde serían utilizados como una especie de diques de contención para el agua. Al principio parecía un trabajo normalito, pero al cabo de cinco o seis sacos la cosa ya empezaba a ser cada vez más agotadora: rellenar a palazos los sacos, atarlos de una forma determinada para que aguantaran y no se saliera el contenido, llevarlos a otra parte y apilarlos. Puede que por las fotos y por mi explicación no lo parezca, pero era bastante cansado: coger palazos de piedra cada dos por tres que te dejaban al final los brazos y la espalda hechos polvo; atar los sacos con una cuerda gruesa que al final, de tanto estirarla y ponértela alrededor de las manos para ejercer más fuerza a la hora de atarla, me quedé con las manos para la basura; transportar los sacos ya atados hasta otra zona para apilarlos, y estoy hablando que cada uno pesaba unos 40 kilos.



Llegadas las 12 del mediodía y ya casi para el arrastre, tocaba descanso para comer. Nos montamos en el mini autocar de vuelta a la que habíamos hecho ya nuestra casa, y a reponer fuerzas porque después volvíamos al mismo lugar a rellenar todos los sacos que pudiéramos. Aunque mi grupo (gaijins pawa) nos escabullimos un momentito (con permiso del coordinador, obviamente) para ir al supermercado a comprar los ingredientes que nos harían falta para preparar el desayuno del día siguiente, al que nos ofrecimos voluntarios (en secreto) ya que el día que nos tocaba hacer la cena los vecinos decidieron hacer una barbacoa para todos.






Bueno, volviendo al tema: acabamos la tarde rellenando todos los sacos que pudimos (en total contaría entre 120 y 150 sacos...). Lo sorprendente es que este trabajo lo hacían cada día algunos vecinos del pueblo donde la media de edad rondaría sobre los 70 años. Señores de 70 años o más haciendo un trabajo del que nosotros, todos veinteañeros, acabamos para el arrastre al acabar el día.

Pero esta parte del día no fue la más dura de todas; con un poco de descanso estás otra vez como nuevo. No, la parte más difícil vino bien entrada la tarde. Después de la compra diaria en el supermercado y/o konbini, nos llevaron a la casa donde nos alojamos durante la primera noche.

El dueño nos esperaba dentro para enseñarnos una recopilación de varios vídeos que grabaron los habitantes de Kesennuma el día 11 de marzo. Vídeos grabados en primera persona, con sus móviles, cámaras o lo que tuvieran a mano en aquel momento, por gente que vivió en sus propias carnes los efectos del tsunami. Vídeos personales y privados, nunca mostrados en televisión ni en ningún otro medio de difusión; sólo mostrados a los propios habitantes de Kesennuma y a los voluntarios que llegábamos.

Como la casita en la que se alojaba el dueño (contigua a la casa donde he dicho que dormimos la primera noche) era pequeña, hicimos dos turnos para visionar el vídeo; a mí me tocó en el segundo. Las caras serias y los ojos rojos con los que salió la gente del primer turno ya me auguraban que no iba a ser fácil salir entera de ahí. Y no me equivoqué.

Seguramente habrán muchos vídeos parecidos circulando por la red y nos hemos cansado de ver continuamente imágenes en la televisión de la entrada del tsunami en tierra, devastándolo todo, pero es diferente a las que me mostraron en ese momento. Personas viviéndolo en vivo y en directo, sus sentimientos durante esos eternos momentos, los comentarios de estupor, incredulidad y miedo que iban haciendo a medida que iba sucediendo todo, justo delante de sus ojos. Las alarmas de alerta de tsunami sonando ininterrumpidamente, la curiosidad del principio por ver cómo iba subiendo el nivel del agua de los canales, la sorpresa al ver que no era una "simple" olita de un metro de altura, el miedo que se va notando cada vez más en las voces de todas las personas que aparecen en los vídeos...

Ver cómo el nivel del agua va subiendo poco a poco en el curso de un río, en una zona cercana al océano, cada vez con más fuerza, arrastrando cualquier embarcación que se encontrara en su camino. La gente refugiándose en un colegio; primero en la primera planta, luego en la planta más alta de todas. Ver cómo poco a poco el agua va adquiriendo más fuerza, empezando a arrancar árboles y partes de casas, volviéndose de color negro como el azabache. Ver pasar por ese canal coches, partes de edificios, casas completamente enteras arrancadas de cuajo de sus cimientos; camiones de dos toneladas flotando en lo que antes era el patio del colegio, como si fueran simples barquitos de papel. Ver pueblos a pocos metros de la costa completamente arrasados en cinco minutos literalmente.

Pero el último vídeo de los que aparecían en esta recopilación fue quizá para mí el más duro de todos. Subidos en una colina, se podía ver el pueblo a lo lejos; entre dos y cuatro quilómetros de distancia estaban del océano. Se podía ver cómo la gran ola se iba acercando poco a poco a tierra, tragándose las edificaciones más cercanas a la costa, siguiendo imparable su curso, y cómo algunos coches se dirigían directamente hacia ella. Vecinos parados colina abajo, a poco menos de 500 metros del hombre que grababa el vídeo, que suben corriendo viendo que esa inmensa masa de agua se dirige directamente hacia ellos. "Isoide, isoide!" ("¡daos prisa, daos prisa!") gritaba el hombre del vídeo y todos los que estaban a su alrededor. Ver cómo una señora se cae al suelo mientras corre colina arriba, con la ola a escasos 100 metros de ella. Comprobar cómo algunos arriesgaban su propia vida bajando unos metros para ayudar aquéllos que intentaban ponerse a salvo en el único sitio seguro que había en ese momento: la ansiada cima de la colina. Ver cómo la ola ya les había alcanzado y a un hombre siendo arrastrado por ella...

Las lágrimas hacía ya rato que habían empezado a caer por mis mejillas; ya no podía ni quería retenerlas más tiempo. Incredulidad, miedo, impotencia, tristeza, valentía... Todos los sentimientos apilados dentro de mí, empujándose unos a otros por ver cuál era el más fuerte. Ni siquiera ahora puedo imaginar qué les debía de pasar por la mente durante esos instantes a todos aquellos que lo sufrieron en primera persona.

Pero de entre todos, hubo uno que emergió con más potencia: determinación. Determinación por ayudar en lo que pudiera, porque ésa no fuera la última vez que iba de voluntaria, por ver cómo en situaciones límite hay gente que arriesga hasta su propia vida por ayudar a alguien.

Por eso, el viernes que viene, día 25 de noviembre, me voy otra vez de voluntaria a la prefectura de Iwate.

16 de octubre de 2011

Karakuwa - Día 4

El cuarto día de trabajo, en la primera parte de la mañana fuimos dos equipos a una zona situada a pocos metros del puerto; como mucho estaría a 30 metros.
Decenas de redes y cuerdas de pesca, trozos de madera, otras tantas decenas de boyas de pesca; todo apilado en varios montones para después ser llevado al vertedero temporal. Hasta habían varias boyas de éstas colgadas en los árboles a tres o cuatro metros de altura.


Formando una cadena, nos íbamos pasando de uno en uno todo lo que había que tirar, meterlo en la camioneta y un voluntario de la otra organización se encargaba de llevarlo al vertedero.


Tuve la ocasión de poder ir al vertedero y poder ver todo lo que habían logrado reunir durante estos meses. Era bastante impresionante ver pilas de unos tres o cuatro metros de altura de electrodomésticos, madera, escombros de cemento, materiales de pesca...



El último día nos llevaron a ver otro vertedero situado ya en la prefectura de Iwate, a poquitos quilómetros de lo que sería la "frontera" con Miyagi. Mucho más grande y con muchísimos más escombros recopilados durante todos estos meses, incluso una pila de vehículos destrozados justo delante de un pequeño edificio que logró mantenerse en pie después del tsunami; era una clínica.

En la segunda parte de la mañana fuimos junto con otro equipo al canal que dejamos por acabar el día anterior. Continuar limpiando el canal, sobre todo de barro y piedras, y quitar todos los escombros grandes que se habían acumulado e impedían el paso del agua. Lo dejamos como los chorros del oro.


Mientras unos se encargaban de quitar estos escombros de cemento y hormigón, otros se encargaron de limpiar y alisar el terreno de una parcela contigua para que pudieran llevar una camioneta o camión si algún día era necesario.



Según nos contaron varios vecinos del pueblo, algunas personas no estaban muy contentas con el hecho que llegaran voluntarios cada dos por tres. No tiene nada que ver con que algunos fuéramos extranjeros ya que la mayoría de los que habían eran japoneses. El pensamiento que tenían era que ellos mismos podían encargarse de su propio pueblo, sin necesidad de ayuda de "extraños", además que si iban viniendo voluntarios eso significaba que el pueblo aún estaba lo "suficientemente mal" como para necesitar ayuda externa. No es ninguna crítica, hay que respetar las opiniones de todo el mundo aunque no se compartan pero puedo comprender, aunque sea un poco, que es normal que al cabo de todos estos meses ya estén cansados de tantas idas y venidas de "desconocidos".

Pero esto no es lo único que quería decir. Obviamente, y me quedo con esta parte más "positiva", también había mucha gente que al pasar te decía estas dos frases con una sonrisa sincera en la cara: "muchas gracias" (ありがとうございます)y "buen trabajo" (お疲れ様です). Hasta algunos de ellos, como en este día, nos traían bebidas como agradecimiento al trabajo que estábamos haciendo, aunque simplemente con esa sonrisa yo ya me daba totalmente por satisfecha.

Por la tarde, una buena cena para recuperar fuerzas, la reunión de cada día y a dormir pronto, porque al día siguiente teníamos un día bastante durillo.




11 de octubre de 2011

Karakuwa - Día 3

La mañana de trabajo se dividía en dos partes: desde poco antes de las nueve de la mañana hasta las 12 del mediodía (donde teníamos una hora para comer), y desde la una hasta las tres del mediodía.

En el tercer día de trabajo, la primera parte de la mañana seguimos con la limpieza de la misma parcela del día anterior. Esta vez el trabajo era un poco más "costoso", por decirlo de alguna manera, ya que, habiendo quitado todos los escombros más grandes, tocaba separar los restos más pequeños.

Cientos de trocitos de cristales, sobre todo, repartidos por todas partes; bajo las piedras, entre el barro ya casi compacto, entre la maleza... También pequeños restos de madera y hasta había aún algunas pertenencias de la familia que había vivido ahí: un par de casettes de música, un móvil, un reproductor de vídeo o DVD (no se distinguía bien), un juego de Mah-Jong completo metido en su maletín, un móvil, un botecito de maquillaje...








En ese momento te das cuenta de verdad que ahí vivió alguien: ¿una familia con hijos, un matrimonio de ancianos que pasó toda su vida ahí, una pareja...? E irremediablemente esto te lleva a otra pregunta de la que no estás seguro si realmente quieres conocer la respuesta, ni siquiera si tienes el derecho de saberlo: ¿están vivos?


La segunda parte de la mañana nos enviaron a otro lugar, a pocos metros de donde estuvimos antes.





Al ser un pueblo ubicado en la costa pero con colinas alrededor, el agua de estas pequeñas montañas tenía que llegar al océano por algún lado, así que construyeron canales por los que el agua pudiera seguir su curso hasta el océano y no inundarse el pueblo cuando hubieran lluvias fuertes. Pero tras el día del terremoto muchos de estos canales quedaron colapsados con escombros y luego, con el paso del tiempo, también comenzaron a crecer plantas que dificultaban el paso del agua, haciendo que este agua buscara otros medios por donde seguir y se inundaran las parcelas contiguas.



Éste fue nuestro siguiente trabajo: despejar uno de estos canales. Estaba sobre todo lleno de plantas que medían hasta un metro y restos de escombros, sobre todo en una parte del canal donde habían restos de hormigón y cemento colapsándolo totalmente.


No acabaríamos el trabajo en lo que quedaba de mañana, eso ya nos lo habían dicho por adelantado, así que nos dedicamos primero a quitar todas las plantas, pequeñas rocas, restos de pequeños escombros y mucho barro. Con una hoz, a cortar todas las plantas; con las palas, a recoger todo lo que se acumulaba en el fondo del canal.


Y hasta las tres de la tarde sacando sobre todo barro y rocas del canal. El resto del trabajo lo tendríamos que dejar para el día siguiente.

10 de octubre de 2011

Karakuwa - Día 2

A las siete de la mañana ya estábamos todos en pie, listos para empezar de una vez con el trabajo. Un cup-noodles como desayuno (es lo más rápido de preparar) y a las ocho de la mañana todos al "punto de reunión", donde nos encontraríamos con algunos miembros de otra organización de voluntarios (la FIWC - Friends International Work Camp) y nos darían instrucciones sobre nuestro primer día de trabajo.

Repartido cada grupo en sus zonas de trabajo, mi grupo, el número 3 en el que estábamos todos los extranjeros (así era más fácil la comunicación entre nosotros al hablar inglés, porque no todos entendíamos bien el japonés), nos tocó limpiar una parcela entera en la que antes había una casa.


Al haber pasado ya seis meses, había mucha maleza que había crecido durante todo ese tiempo. Mientras tres personas se encargaban de cortar todas estas hierbas (de hasta medio metro), el resto empezamos a limpiar la parcela; primero todos los escombros de gran tamaño (maderas, restos de hormigón de la casa, tejas...) y luego restos más pequeños, como podían ser cristales, restos de tiestos, metales, etc. Todo bien clasificado para luego ser llevado, por otros voluntarios del propio pueblo, al vertedero temporal que se había establecido hacía unos meses.



Seis horas limpiando toda esa parcela y, aunque habíamos conseguido quitar muchos escombros, aún quedaba mucho por hacer. Pero el horario de trabajo "manual" lo limitaban hasta las tres de la tarde para todo el mundo, incluso sonaba una melodía por unos megáfonos instalados en un par de farolas que indicaban el fin de la jornada. Así que el resto del trabajo lo continuaríamos al día siguiente.


Ahora tocaba volver a la casa y apuntarse en la "lista de la ducha" rápidamente, que nos teníamos que duchar 27 personas... El primer día no me di cuenta y me apunté tarde; me tocó el puesto 21 y me tuve que duchar pasadas las diez de la noche (las luces las apagaban a las 23h).

A las cuatro de la tarde cada día venía un pequeño autocar para la gente que quisiera ir al supermercado o al konbini, luego tiempo libre hasta las siete de la tarde que tocaba la cena preparada por uno de los tres grupos (cada día nos turnábamos), y a las ocho una pequeña charla sobre cómo había ido el día.

Y ya estábamos listos para ir a descansar y seguir con el trabajo otro día más.

1 de octubre de 2011

Karakuwa - Día 1

Karakuwa es un pueblo situado en el extremo norte de la prefectura de Miyagi, en una pequeña península, a pocos quilómetros de la prefectura de Iwate, y que hasta hace sólo cinco años era un minucipio independiente pero ahora se encuentra anexado a la ciudad de Kesennuma, algo que a muchos habitantes se ve que no les gusta.

Deberíamos haber llegado allí el mismo miércoles día 21 sobre las ocho de la noche pero, debido al tifón que pasaba por Japón en ese momento, la autopista que lleva directa hasta la zona de Tôhoku estaba cortada y tuvimos que coger carreteras "normales" hasta llegar a nuestro destino. Acabamos llegando a las tres de la madrugada, un viaje de unas siete horas en autocar que se convirtió en uno de casi 14 horas.

Debido al tifón y a que no se sabía exactamente cómo estaría la carretera (ya de por sí destrozada por el tsunami) que debía llevarnos a la casa donde nos alojaríamos durante esa semana, decidieron que nos quedaríamos esa primera noche en otra casa que el dueño cede a los voluntarios que llegan para ayudar.


Según nos explicó el dueño, hasta dos metros de altura llegó el nivel del agua el día del tsunami. Se podía ver incluso la marca del agua en algunas de las paredes.

Gracias otra vez a nuestro querido tifón, el primer día de trabajo quedó anulado porque había muchas zonas inundadas y era imposible trabajar en buenas condiciones y con seguridad. Así que, sin nada que hacer, ese primer día lo dedicamos a visitar un poco el pueblo.



Al ser un pueblo básicamente que vive de la pesca, no tengo claro si esta barca ya estaba ahí puesta como adorno o la trajo el tsunami desde la costa.




Una farmacia.




Una de las "calas" (no sé exactamente cómo definirlo).




Otra parte de la costa que bordea todo el pueblo. Algunos de estos pilones (muy pocos, todo hay que decirlo), que sirven como una especie de diques de contención, estaban completamente volcados; y estamos hablando que podrían pesar como una o dos toneladas.





Un templo realmente bonito y muy cuidado.




Y justo delante del templo habían instalado una de las zonas con casas de estas prefabricadas para las familias que habían perdido sus hogares.

Un poco más tarde nos llevaron por fin a la casa donde nos íbamos a alojar 28 personas durante toda esa semana. Una casa enorme, de tres plantas y que mediría unos 200 metros cuadrados, que también es cedida por los propietarios para el alojamiento de los voluntarios.



Mientras nos llevaban en el autocar, no podíamos dejar de mirar por las ventanas a todo el paisaje que se nos abría frente a nosotros: casas aún en pie pero completamente vacías por dentro, algunos coches que casi no servían ni para chatarra, cientos de boyas de pesca apiladas, parcelas completamente vacías donde antes había una casa y ahora lo único que se podía ver eran los cimientos de no más de 30 centímetros de altura.





Realmente impactante la primera vez que lo ves en persona. El único pensamiento que tenía en aquel momento era cómo lo debieron de pasar los habitantes de ese pueblo el día 11 de marzo. Pero pronto me lo quité de la cabeza; "ayudar" era la única palabra que debía mantener en mente.

Y con este pensamiento nos fuimos todos a dormir, dispuestos a empezar por fin con el trabajo al día siguiente.

18 de septiembre de 2011

Granito de arena

¡Buenas tardes!

Septiembre, un mes en el que recordar muchas cosas; algunas buenas y otras que desgraciadamente desearíamos que no hubieran ocurrido nunca.

El día 11 de septiembre se cumplieron exactamente diez años desde los terribles atentados que ocurrieron en Estados Unidos. Creo que nunca podré olvidar ese día, cuando estaba viendo al mediodía (hora española) tranquilamente la televisión e interrumpieron la serie Los Simpson para dar una noticia de última hora. Más de seis horas duró ese telediario.

Ese mismo día, el 11 de septiembre de este 2011, se cumplieron seis meses del terremoto y posterior tsunami que devastó la costa noreste de Japón. Miles de muertos y aún varios miles de desaparecidos tras seis meses de búsquedas sin descanso por parte de policía, "ejército", bomberos... Se ha hecho mucho durante este tiempo en las zonas más devastadas, pero por desgracia todavía queda muchísimo más por hacer. Y aquí es donde entra también el papel de los voluntarios: gente que llega de otras partes de Japón, japoneses y extranjeros, incluso personas que vienen desde otros países expresamente para ayudar en lo que puedan.

Puede parecer que una sola persona no marca ninguna diferencia, pero no es así. Persona a persona, granito a granito, se han ido limpiando y reconstruyendo muchas zonas que tras el tsunami estaban completamente destrozadas.

Y yo también quiero aportar mi granito de arena: el miércoles que viene, día 21 de septiembre, me voy como voluntaria durante una semana a la ciudad de Kesennuma, en la prefectura de Miyagi. No sé qué me voy a encontrar allí o cómo estará todo, pero voy a esforzarme en todo lo que pueda.

頑張ろう日本!頑張ろう東北!

¡Ánimo, Japón! ¡Ánimo, Tôhoku!

25 de agosto de 2011

Cambios

¡Buenas noches!

Otra vez que ha pasado bastante tiempo desde la última entrada que escribí, pero la "inspiración" y las ganas de escribir se han cogido unas pequeñas vacaciones y aún no sé cuándo volverán. Por el momento, un pequeñito post que dejo aquí, que mañana hay examen y tengo que estudiar.

Como dice el título de la entrada, han habido algunos cambios últimamente. Para empezar, he conseguido un pequeño trabajito (arubaito); no es nada del otro mundo pero no me voy a quejar en absoluto. Y gracias a este trabajo, con la idea de poder "sobrevivir" (que no "vivir") un poco mejor que hasta ahora, he decidido quedarme más tiempo en Japón; aún no sé exactamente cuánto, pero eso ya se irá viendo.

Algunas cositas más que han pasado, otras que pasarán (ya lo contaré más adelante) y una que desearía que pasase. El mundo va cambiando a cada segundo aunque a veces no nos demos ni cuenta.

Y dicho esto, a estudiar toca.

15 de julio de 2011

Field trip!

¡Buenas tardes!

En mi academia hacemos una "excursión" cada trimestre. En primero tocó la NHK, en segundo a ver Hakone todo nevadito, en tercero fuimos a Kappabashi a ver un poco cómo se hacen los platos falsos que se exponen en los restaurantes y este trimestre ha tocado ir a ver una obra de Kabuki. Inciso: para quien quiera saber qué es el Kabuki, su historia y tal... Lo siento, pero no soy una enciclopedia; para eso ya tenemos al pozo de la sabiduría (con cariño lo digo, ¿eh?)

El periplo ha tenido lugar en el Teatro Nacional de Japón (国立劇場 「こくりつげきじょう」) , donde al año se realizan muchas obras tanto de Kabuki como de otro tipo de teatro (por ejemplo el Noh). Prácticamente todo el resto de asistentes (y habíamos perfectamente unas 500 personas ahí metidas) eran niños o jóvenes japoneses que habían venido con sus colegios ya que, durante este mes de julio, antes de que empiece la obra uno de los actores explica al público la historia, qué representan los efectos de sonido que se oyen, por qué van así pintados los actores, etc.

Casi me alegré y todo de poder entender más o menos un 50% de lo que iba diciendo el hombre... ¡Craso error! Cuando empezó la obra me di cuenta que no entendería absolutamente nada. Haría como los niños pequeños cuando aún no saben leer: fijarme sólo en los dibujitos del cuento. Por suerte, como precavidos que suelen ser los japoneses, cuando te veían cara de ser más guiri que un alemán en Mallorca, a la entrada te daban un papelito con el argumento de la historia escrito en un perfecto (gracias a kamisama) inglés.

Así, la obra, llamada Yoshitsune Senbonzakura (義経千本桜 「よしつねせんぼんざくら」), trata de la huída de Minamoto no Yoshitsune. Después de la caída del clan Heike, supuestamente a manos de Yoshitsune, éste es acusado de traición por su hermano Yoritomo, por lo que tiene que huir con sus aliados hacia Kyûshû. Durante la huída en barco conocen a la familia Taira no Tomomori, encabezada por Ginpei, quien les hospeda en la posada que regentan él y su esposa.

Lo que no sabe Yoshitsune es que precisamente esta familia pertenecía al clan Heike y están deseando vengarse. Además, esta pareja es la que protege al emperador Antoku, el único heredero del clan Heike, que aún es un niño.

En una dura batalla en el barco entre los aliados de Ginpei y los de Yoshitsune, Ginpei es derrotado. Desesperada, su mujer intenta lanzarse al mar junto con el pequeño emperador, pero los aliados de Yoshitsune logran detenerla a tiempo.

Con la mujer capturada y el niño a salvo, Yoshitsune se dirige con ellos hacia la playa, donde Ginpei aún sigue luchando completamente solo y herido contra los aliados de Yoshitsune. Con el niño en brazos, Yoshitsune les promete que protegerá al pequeño emperador con todas sus fuerzas. La mujer, al oír esto, se siente aliviada y se suicida. Ginpei, también con alivio y sabiendo que Yoshitsune protegerá al emperador, se ata un ancla alrededor del cuerpo y se lanza al mar desde las rocas.

Y éste, resumiendo, es el argumento de la obra. Ahora, si me hacen ustedes el favor, ya pueden despertarse, levantar la cabeza del teclado y limpiarse la babilla que se ha ido cayendo. No pude hacer muchas fotos de la obra, además que no se veían muy bien, pero he aquí algunas fotitos para que se haga un poco más amena la entrada ^^


El vestíbulo del teatro


El escenario con el telón aún echado


Ginpei y sus aliados (anda que no echaban humo esas antorchas;menos mal que había un extractor de humos, que sino se hubieran puesto en marcha los "aspersores" que teníamos justo encima de nuestras cabezas xD)


Suke no Tsubone (la mujer de Ginpei) y el pequeño emperador Antoku (que aún no tengo claro si el actor de verdad era un niño o una niña...)


Yoshitsune y sus aliados viendo cómo Ginpei sube a las rocas para luego tirarse


Ginpei a punto de lanzarse al mar

La experiencia ha sido bonita, ver una obra de Kabuki tal y como se realizan desde hace casi 400 años, aunque si no entiendes muy bien el japonés te vas a enterar de poco (según me han dicho, ni los propios japoneses a veces entienden la obra...). Han sido casi dos horas seguidas sin entender absolutamente nada, bastante gente se ha quedado dormida (guiris y no guiris) y al final en lo único que pensaba es en cuánto quedaba para que Ginpei se suicidase de una puta vez... Pero, sin contar con mi absoluta ignorancia en el tema de las artes (lo siento, soy de ciencias), ha sido otra experiencia nueva e interesante que añadir a la pequeña lista que llevo.

¡Hasta otro día!